Sabato sobre Zambrano


A María Zambrano la leí con profundo interés. Siempre he creído que la mujer no es afín a la abstracción. He escrito hace años que el hombre, científico o filósofo, persigue las ideas puras y abstractas, esos misteriosos entes que no pertenecen al mundo vivo, al confuso mundo de las vidas y las muertes, de los dolores y las emociones, sino al frígido universo de los objetos eternos.

También he escrito que ha habido mujeres descollantes en las letras y en las artes pero no en filosofía, debido no a la incapacidad de la mujer para la abstracción sino a su indiferencia, a su rechazo. Victoria Ocampo se enardecía con mis pensamientos en lo que se refería a las mujeres. Las cartas que intercambié con ella, ése sí que sería un bocado para las editoriales, pero no sé dónde están.

Sonia Kowaleska, la notable matemática, me había ayudado con sus escritos a apuntalar mis pensamientos. Pero María Zambrano me los tiró abajo, a menos de principio, dada su condición de gran filósofa; aunque para mí ella es más bien una poeta, o una poeta filósofa.

Ella busca una racionalidad enraizada en la vida, en lo vital.


ERNESTO SABATO, España en los diarios de mi vejez, Seix Barral, Barcelona, 2004.