CARLOS ALFIERI: Uno de los documentos que ha estudiado con mayor detenimiento es el Facundo de Sarmiento. ¿Le parece el texto fundacional de la literatura argentina?
RICARDO PIGLIA: Primera cuestión: lo es porque deliberadamente quiere serlo. Porque si lo es o no de verdad es materia de otro debate, puesto que algunos pueden decir que es el Martín Fierro, o El matadero, de Esteban Echeverría, y aun esto puede cambiar. Pero lo cierto es que Sarmiento estaba tomando una decisión que es demencial y triunfante, y eso es lo extraño: fundar una literatura y fundar un Estado al mismo tiempo, y todo con un libro. Es increíble. Sarmiento es pura eficacia retórica. La capacidad verbal que tenía este hombre era tal, que consiguió con ese libro, y con su acción y sus estrategias discursivas, un objetivo desmesurado. Suelo decir –y esto que digo es una prueba de nuestra inferioridad– que Sarmiento es un escritor del nivel de Flaubert. Ahora bien, de Flaubert nadie necesita decirlo. En cambio, nosotros tenemos que avisar: “Miren que en la Argentina, en el siglo XIX, tuvimos un escritor extraordinario”, porque claro, estamos en un lugar muy marginal.
CARLOS ALFIERI: Si bien la manera en que Sarmiento era escritor estaba en las antípodas de la de Flaubert.
RICARDO PIGLIA: Claro, y ahí aparecen las diferencias. Mientras Flaubert, que es el escritor que mejor escribe en la lengua de su tiempo, está pensando en la literatura pura, en la autonomía absoluta de lo literario, Sarmiento está tratando de ver qué puede hacer para derrocar a un tirano. Ahí están dadas con nitidez, me parece, no la calidad de las escrituras sino las distintas situaciones en las cuales estos escritores están desarrollando sus obras. Porque ambos son coetáneos. Está esa famosa carta que Flaubert le escribe a Louise Colet en la que le dice que quiere escribir sobre nada, un libro que se sostenga sobre su pura forma, que es estrictamente contemporánea de las cartas extraordinarias que Sarmiento escribe durante la campaña del Ejército Grande, en las que cuenta por ejemplo cómo Urquiza lo persigue con el perro, y sus enfrentamientos políticos. Ahí quedan patentes las diferentes escenas en que ambos se movían, pero en el interior de su escena Sarmiento pudo construir una escritura extraordinaria, de la que sus cartas son un magnífico testimonio. En ese sentido es fundador de la literatura argentina. A mí me parece absolutamente magistral la decisión de escribir un libro contra Rosas y poner como tema al caudillo Facundo Quiroga y no al propio Rosas. Eso le permite el juego de enfrentar a Rosas desplazándolo y comprándolo con Facundo. El Facundo está lleno de ese tipo de hallazgos milagrosos. Al mismo tiempo, es un libro despótico, muy autoritario, que cierra todas las significaciones, que inventa toda una máquina de interpretación que en la Argentina se reproducirá a lo largo de su historia –civilización o barbarie–, un modo de percibir lo real que heredarán tanto la literatura como la política.
CARLOS ALFIERI: Ahí está, por ejemplo, La fiesta del monstruo, de Borges y Bioy Casares.
RICARDO PIGLIA: ¡Exacto! Sarmiento cultivó la construcción del enemigo ideal, esa idea que él extrae de Shakespeare y de lo que lee: si yo tengo un enemigo ideal, si tengo enfrente a Macbeth y no al juez anodino de Kafka, yo mismo voy a crecer hasta su estatura. En fin, Facundo es un libro extraordinario, aunque por supuesto para todos nosotros es más perfecto desde un punto de vista literario y es también milagroso el Martín Fierro, pero me parece que el Facundo es un libro mucho más intrigante.
CARLOS ALFIERI: En todo caso, si hablamos de obras fundadoras, es anterior el Facundo.
RICARDO PIGLIA: Sí, claro, el Facundo es de 1845 y el Martín Fierro de 1872.
RICARDO PIGLIA, entrevistado por Carlos Alfieri para Conversaciones, Katz Editores, Buenos Aires, 2008, págs. 80-83.