Ory sobre Dostoyevski


24 de mayo, sábado [de 1952]

Y he escrito un poema muy delicioso. Aquí lo tengo (“Unidades”). Otro poema más, inspirado por el amor. Y también la lectura de Dostoyevski. Es único, encantador, un genio apabullante… ¡Cómo se puede ser un escritor tan grande! Ni siquiera siento envidia por él.

Ayer tarde estaba ebrio de vida, me emborraché de coñac: leí a Darío y a Luisa un capítulo de Mèphiboseth. Me sentí feliz de ser un escritor tan… No seré Dostoyevski, pero soy un “gran”… Ayer cometí varias locuras… ¿Para qué hablar de las locuras de anoche? Acaso no son locuras. Yo soy “mi propio espectador”. Y lo llamo locuras. Tal vez son locuras realmente para los demás. Tengo una gran fama de loco. Ahora, sobre todo, lo dice Isabel, que se muestra asustada. ¡Me dejo llevar porque soy una fuerza bruta, algo físico casi únicamente, y un poder sensible en movimiento! Temo quedar nuevamente quebrantado. ¡Oh, la carne! ¡Oh, la sensibilidad! Este poema que acabo de hacer es bello.

Leer todo Dostoyevski con intensidad. Él es mi escritor, mi maestro. No quiero otro.


CARLOS EDMUNDO DE ORY, Diario. Vol. I, Ocnos, 1975, pág. 151.