¿Quién ignora cómo lo mejor, lo más noble que la humanidad puede ofrecer, ha sido realizado por genios aislados y a pesar de los otros hombres? Una demoníaca fuerza aniquilaba a Hölderlin por el fuego, fuego que al propio tiempo lo salvaba. Ahí se vislumbra hoy esta dramática sombra humana a quien debemos una obra lírica inmortal, de distinta hermosura en la poesía alemana, contemporánea de Goethe en tiempo y espacio; y de distinta hermosura también en la universal, al lado de algunos poetas griegos y latinos, ingleses y orientales.
LUIS CERNUDA, Hölderlin (1935), Prosa II. Volumen III, Siruela, Madrid, 1994, pág. 105.