Canetti sobre Blake


No amargado por ningún nombre, confiando en quien hablaba con los ángeles, amigo del arcángel Gabriel, tu nombre, sólo tu nombre digo: BLAKE. De la población de Inglaterra, que acosa mi recuerdo, el único, lo único que me ha quedado, pues sin amor y adoración no puedo vivir ni un instante. Mientras las tinieblas se prolongan, su luz me ha de iluminar. Decía lo que veía, nunca decía otras cosas, pero lo iba grabando laboriosamente y ese difícil trabajo lo alimentaba a él y a su esposa.

Continuamente viene a mi memoria. Hace meses que, dentro de mí, él ha borrado a Inglaterra. Aún sigo amando allí los cementerios en torno a las viejas iglesias, y él, sí, él yace en uno de ellos. Los otros, nombres y años, se esfuman, él yace allí todavía y me mira desde todas partes.

¿Podré yo inventar como él? ¿Podré creer como él? ¿Me habla en inglés la Biblia? "Jerusalén", esa palabra, ¿qué ciudad ha sido enaltecida como ésta lo fue por él?

Con su mirada vi a dos personas sentadas a mi lado, las oí sin oír, se levantaron, la mujer canosa se quedó de pie ante mí, la miré a los ojos, vaciló, el marido, bajo y encorvado, la siguió y asintió con la cabeza, pasando a mi lado.

Lo he nombrado. No tengo nada más que decir.

¡Qué capacidad de evocación dormita en cada uno! Muy raras veces he cedido ante ella. Daría todo el ingenio del mundo y media inteligencia por una sola línea de aquel que veía ángeles y condenaba inventos.


ELIAS CANETTI, Apuntes 1992-1993, Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1997, traducción de Juan José del Solar, págs. 105 y 106.