—Enrique VIII debe de ser una de sus obras predilectas —dijo Edmund—; la lee como si la conociera bien.
—Creo que lo será a partir de ahora —replicó Crawford—; pero me parece que no he puesto las manos en un libro de Shakespeare desde que tenía quince años. Una vez vi representar Enrique VIII… o he oído a alguien que la vio, no estoy seguro. Uno se familiariza con Shakespeare sin saber cómo. Forma parte de la constitución inglesa. Sus bellezas y sus pensamientos están tan difundidos que los encontramos en todas partes. Intimamos con él por instinto. Nadie con algo de inteligencia puede abrir una obra suya por un pasaje afortunado sin dejarse arrastrar al punto por el torrente de su discurso.
—Es verdad que, en cierto modo —dijo Edmund—, estamos familiarizados con Shakespeare desde nuestra más tierna infancia. Todo el mundo es capaz de recitar sus pasajes célebres; vienen en la mitad de los libros que abrimos, y todos hablamos con Shakespeare, utilizamos sus símiles y describimos con sus descripciones.
JANE AUSTEN, Mansfield Park, Alba Editorial, 2014, traducción de Francisco Torres Oliver.