20 de marzo [de 1979]
Termino de leer Ezra Pound, de Donald Davie, un libro breve pero de gran interés. Su visión de la poesía de este escritor, al que tanto admiro, me parece, en general, muy aceptable, pues no disimula la predilección poundiana por la cultura mediterránea, ahora, cuando los americanos de uno y otro hemisferio propugnan un nacionalismo absurdo como todos los nacionalismos. Y creo muy revelador lo que dice sobre la lectura de los Cantos: “Pues los Cantos son un poema para convivir con él durante años. Y después de muchos años, cada nueva lectura –si se hace una lectura de muchas páginas seguidas, como debe ser–, causa una nueva perplejidad. Así debería ser, pues con esta intención se pensaron. Después de todo, existen tipos de perplejidad que son fructíferos.” La poesía de Pound debe ser leída incluso sin entenderla del todo, dejándose llevar de su corriente de palabras. “Y, así, los versículos de los Cantos deben leerse rápidamente por sus significados, pero despacio por sus sonidos. Es un milagro que se encuentren lectores receptivos, tan incesante ha sido la presión pedagógica, durante cincuenta años, para que no dejemos que la “música” nos impresione antes de haber entendido el significado.”. Desde luego, yo me desintereso de toda poesía –en prosa o en verso– cuyo ritmo no se hace aparente, no se impone independientemente de sus otros significados; pues el ritmo es un significado. En este sentido, Davie piensa que Dante es superior a Homero y a Shakespeare porque éstos no se apoyan tan consistentemente como aquél en la capacidad del lenguaje para corporeizar la idea, convertirla, de concepto que es, en algo aprehensible por los sentidos. Este punto me parece fundamental y tiene mucho que ver con lo que dice Ungaretti, a quien también releo estos días, sobre el entendimiento de la poesía.
ÁNGEL CRESPO, Los trabajos del espíritu, Seix Barral, Barcelona, 1999, págs. 203-205.