Sinfronismo. ¿Acaso yo, en 1955, no podría decir exactamente lo mismo? ¡Y ese llover del sol! Safo es uno de los pocos seres de la Antigüedad que no me resultan abstractos, legendarios, posibles de no haber existido. La «veo». La «siento». Es una gran mujer que murió hace mucho.
Una gran mujer que el mar tragó distraído mientras bostezaba.
¡Safo! ¡Qué nombre maravilloso! ¡Safo! Algún día la censura quemará las manos que destruyeron tus pap… (aquí caigo: supongo que habrá inscrito sobre tablillas de cera con un stylus) poemas.
ALEJANDRA PIZARNIK, fragmento de julio de 1955 incluido en sus Diarios, Lumen, Barcelona, 2013, edición de Ana Becciú.