Me gusta Sandburg. Desde luego, creo que Whitman es mucho más importante, pero cuando lees a Whitman ves en él a un literato, a un hombre de letras quizá no demasiado culto, que se esfuerza al máximo para escribir de un modo coloquial y que recurre al argot siempre que puede. En Sandburg el argot parece natural. Desde luego, hay dos Sandburg: por una parte, el tipo duro, y por la otra, el poeta de una delicadeza extrema, sobre todo cuando describe paisajes. En ocasiones, cuando describe la niebla, por ejemplo, recuerda a una pintura china. Sin embargo, en otros de sus poemas lo que nos viene a la cabeza son gánsteres, rufianes, esa clase de gente. Pero supongo que Sandburg podía encarnar los dos aspectos, y creo que en ambos casos era igual de sincero: cuando se esforzaba al máximo en ser el mejor poeta de Chicago y cuando escribía en un estilo muy distinto. Otra cosa que me parece extraña en Sandburg es que Whitman —quien, por supuesto, es el padre de Sandburg— está lleno de esperanza, mientras que Sandburg escribe como si hubieran pasado dos o tres siglos. Cuando escribe sobre las fuerzas expedicionarias estadounidenses, o sobre el Imperio, o sobre la guerra, etcétera, lo hace como si fueran cosas muertas y enterradas.
JORGE LUIS BORGES, entrevista de Ronald Christ en 1967 para The Paris Review, recogida en The Paris Review Entrevistas (1953-2012), Acantilado, Barcelona, 2020, pág. 549.