Yo no pude aceptar la moral de los patriotas, por mucho que amara a Alemania, porque no era capaz de ver en el espíritu una herramienta cualquiera, o un medio de lucha, y no era general ni canciller, sino que me hallaba al servicio del espíritu. Fue entonces, y en relación con estos problemas, cuando volví a encontrarme con Goethe. Los patriotas, que entonces intentaban apoderarse de todos los bienes de la nación con fines bélicos, descubrieron muy pronto que Goethe no servía para tal objeto. No era nacionalista, y en algunas ocasiones se había atrevido a decir a su propio pueblo unas cuantas verdades muy desagradables. A partir del verano de 1914, la cotización de Goethe y de algún otro profundo pensador bajó mucho, y para rellenar el vacío (ya que para la repugnante Kulturpropaganda se necesitaban grandes almas) fueron desempolvados y anunciados otros nombres que se prestaban más para la justificación del nacionalismo y de la guerra: la más afortunada de estas excavaciones se llamó Hegel.
HERMAN HESSE, Escritos políticos 1914/1932, Bruguera, Barcelona, 1981, traducción de Herminia Dauer, págs. 234 y 235.