Un mérito de las Vidas de Plutarco es que se pueden abarcar fácilmente. Tienen la extensión suficiente como para contener todos los detalles de una vida y como para que uno no se pierda en ellas. Son más completas que nuestras biografías modernas, que son mucho más largas que las Vidas, porque éstas, en los sitios adecuados, contienen incluso sueños. Los errores más notables de estos hombres adquieren mayor claridad en sus sueños; estos son inconfundibles y los resumen. Nuestra moderna interpretación de los sueños no hace más que convertir a los hombres en seres normales y corrientes. Destiñe la imagen de su tensión interior, en vez de iluminarla. En Plutarco me cautivan incluso los romanos, a los que siempre he detestado. En modo alguno puede decirse que este autor se sitúe de un modo acrítico frente a sus criaturas. Pero en su espíritu caben muchos tipos de hombres. Es generoso como en realidad sólo puede serlo un dramaturgo, que está trabajando siempre con muchos personajes y sobre todo con la diversidad que existe entre ellos. De ahí también que su efecto haya sido doble. Algunos han buscado en él modelos como en un libro de oráculos, y han orientado su vida según ellos. Otros han asimilado la cincuentena aproximada de personajes de este autor y, de este modo, han llegado a ser dramaturgos o lo han seguido siendo. Plutarco, cosa de la que yo antes no era consciente, no tiene nada de remilgado. En él ocurren cosas terribles, como en su sucesor Shakespeare. Pero lo terrible de estos autores tiene siempre algo de doloroso. Un hombre que ama a los hombres con una seguridad tan grande como él puede verlo todo y puede también anotarlo todo.
ELIAS CANETTI, La provincia del hombre, Carnet de notas 1942-1972, Taurus, 1982, traducción de Eustaquio Barjau.