Mishima sobre Nietzsche


Hablando de la obra de Nietzsche, debo reconocer que no hay un libro mejor que El origen de la tragedia. No existe, en efecto, una obra más amena y vibrante. Sin yo mismo darme cuenta, creo que he recibido de su lectura bastante influencia. Antes de que Nietzsche descubriera el mundo dionisiaco, Grecia se contemplaba tan sólo en términos del mundo apolíneo. En realidad, y hasta los tiempos de Goethe, Winckelmann, Hölderlin, se conocía exclusivamente una Grecia monista. Es Nietzsche quien por primera vez muestra una Grecia dualista. Aprovecho para decir que la influencia europea más profundamente arraigada en mí es precisamente este dualismo. Los japoneses, en cambio, por su misma naturaleza aborrecen intensamente el pensamiento dualista. Sin embargo, si indagamos a fondo en nuestro pensamiento, descubrimos elementos muy próximos al dualismo europeo. Ahí tenemos, por ejemplo, la «vía conjunta de la pluma y de la espada». Una interesante coincidencia. Cuando me di cuenta, me dije: «¡Ah, ahí está Nietzsche!». [Ríe.] Fue así como me dio por ponerme a pensar en el realismo japonés. La mentalidad japonesa reduce todo a una sola cosa, lo cual puede estar bien, pero en un mundo en donde todo se hace relativo a marchas forzadas, hasta la tendencia a reducir todo a una sola cosa puede quedar enterrada por el mismo relativismo. Cuando se oye una voz que dice que el absoluto no puede ser más que una sola cosa, hasta esta misma voz enseguida se hace relativa y pasa a convertirse en un simple aspecto de la opinión pública. Caí, entonces, en una grave crisis ideológica y empecé a pensar que para afirmar el absoluto, y ya que vivimos en un mundo de suaves relativismos, es mejor incurrir en la paradoja de aceptar un dualismo fuerte, o bien un relativismo igualmente enérgico. Esta idea viene expresada por mi interpretación de la «vía conjunta de la pluma y de la espada», por Nietzsche, por el mundo de Europa Occidental.


YUKIO MISHIMA, entrevistado por Takashi Furubayashi en 1970 y recogido en Últimas palabras de Yukio Mishima, Alianza Literaria, 2015, traducción de Carlos Rubio.