Camus, Albert. Fui testigo de cómo lo trataron en París cuando publicó su libro L’homme révolté, es decir, El hombre rebelde. Escribió como un hombre libre pero resultó que eso no le estaba permitido porque estaba obligado a seguir la línea «antiimperialista», debía escribir en contra de los Estados Unidos y a favor de la Unión Soviética. Mi ruptura con Varsovia en 1951 coincidió con una asquerosa campaña en Les Temps Modernes de Sartre, en la que Sartre y Francis Jeanson eran los principales atacantes. Poco después se les unió Simone de Beauvoir. Fue entonces cuando Sartre escribió sobre Camus: «Si no te gusta el comunismo ni tampoco el capitalismo entonces veo sólo un sitio para ti: las Islas Galápagos».
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Me acuerdo de una conversación con Camus. Me preguntó si consideraba apropiado que él, un ateo, permitiera que sus hijos hicieran la primera comunión. Esto ocurrió poco después de mi visita a Karl Jaspers, en Basilea, al que pregunté por la educación católica de los hijos. Me respondió que como protestante su opinión sobre el catolicismo no era muy favorable, pero que a los niños hay que educarlos en la religión propia para permitirles el acceso a la tradición bíblica, luego será suya la elección. Eso es más o menos lo que le respondí a Camus.
CZESLAW MILOSZ, Abecedario: Diccionario de una vida, Turner, 2003, traducción de Katarzyna Olszewska & Sergio Trigán.