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Dashiell Hammett sacó el crimen del jarrón veneciano y lo arrojó al callejón; no necesita seguir ahí siempre, pero fue una buena idea... Hammett devolvió el crimen a la clase de gente que lo hace por un motivo, no sólo para proporcionar un cadáver; y con los medios a mano, no con pistolas de duelo talladas a mano, curare o peces tropicales. Llevó el papel a esa gente tal como es, y la hizo hablar y pensar en la lengua que usa habitualmente con esos propósitos... Fue parco, frugal, duro, pero hizo una y otra vez lo que sólo los mejores escritores pueden hacer. Escribió escenas que parecía como si nunca hubieran sido escritas antes...
RAYMOND CHANDLER, El simple arte de escribir, Emecé Editores, Barcelona, 2004, traducción de César Aira, pág. 62.
