ISAIAH BERLIN: Sin duda es un gran poeta. Existen, permítame decirle, dos clases de poetas. Están los poetas que son poetas cuando escriben poesía y prosistas cuando escriben en prosa, como Pushkin. Y están los poetas que cuando escriben poesía escriben poesía, y cuando escriben prosa también escriben poesía. A esta categoría pertenece Pasternak. Su prosa es siempre poética, pienso que no es prosista por naturaleza. Es un gran poeta, uno de los últimos grandes poetas rusos, y su novela es una gran obra poética, una de las pocas que describen el amor, el amor del héroe por la heroína, genuinamente, como pocos escritores lo han hecho pese a que el amor sea el centro de tantas obras de ficción. Pero lo que explicaba la admiración universal que los rusos y los que leen en ruso sienten por Pasternak es su poesía. Sólo Joseph Brodsky se le acerca; y por cierto que para él significan mucho más Ajmátova y Mandelshtam. En mi opinión (y en esto no estoy solo), Brodsky es el mejor poeta ruso vivo. Pero no todos los genios se parecen a la imagen que tenemos del genio. Pasternak sí. Hablaba maravillosamente, a veces era un poco desequilibrado, pero siempre un genio puro. No había experiencia más fascinante que escucharlo hablar; para mí, solo Virginia Woolf hablaba un poco de esa manera. Ella, también, claro, estaba un poquito loca.
RAMIN JAHANBEGLOO: ¿De qué modo?
ISAIAH BERLIN: Imágenes, símiles, descripciones, un lenguaje inolvidable, prodigioso y creativo, de inverosímil vitalidad. Tanto con Pasternak como con la señora Woolf uno sentía que los pensamientos empezaban a disparársele en la cabeza. La magia de Ajmátova era diferente, amable, aunque no menos poderosa.
RAMIN JAHANBEGLOO, Conversaciones con Isaiah Berlin, Atmarcadia, Barcelona, 2009, traducción de Marcelo Cohen, págs. 49-51.