Me gusta mucho J.M. Coetzee. Me gusta su manera de escribir y su manera de ser escritor, esa reserva, esa falta de pomposidad que ha mantenido incluso después del Nobel. Me da envidia su estilo tan austero y flexible, que a veces tiene algo como de neutro enunciado, de exasperante aridez: la aridez que puede haber en las almas y en las vidas de las personas, y en esos paisajes de Sudáfrica y de Australia contra los cuales uno imagina que resalta su figura solitaria como la de un eremita en un desierto. Coetzee ha adoptado valerosas posiciones públicas, pero no tiene nada de personaje público. Se ha comprometido abiertamente -contra el apartheid, contra la corrupción en su país de origen- y a la vez parece tan refractario a la política como a la retórica. Ha escrito ensayos generosos y lúcidos sobre otros escritores. Es un novelista de resonancia universal y a la vez es un hombre que vive en privado y que no alza la voz, porque un escritor de verdad nunca habla a gritos, ni por megafonía, ni se dirige a multitudes, sino a cada persona, una por una, a cada lector, en el tono de una conversación confidencial.
ANTONIO MUÑOZ MOLINA, Vuelta a Coetzee, 15 de octubre de 2010, página web de Antonio Muñoz Molina. Todo el artículo AQUÍ