En Blake, las dotes de visionario están íntimamente ligadas a las dotes artísticas […]. [Blake] pertenece, desde luego, a otra categoría, la de los artistas; y en ella ocupa, a mi modo de ver, un lugar único, por aunar la agudeza intelectual y la sensibilidad mística […]. Pretendía, aboliendo el espacio y el tiempo y negando la existencia de la memoria y de los sentidos, pintar su obra en el seno divino […]. Para él, todo período infinitamente breve, más breve que el latido de una arteria, valía tanto como un período de seis mil años, porque en ese lapso tan corto era concebida y alumbrada la obra del poeta. Para él, todo espacio mayor que una gota de sangre humana era fuente de visiones, pues lo había creado el martillo de Los; y en todo espacio más pequeño nos aproximábamos a la eternidad, de la que el mundo vegetal no era sino una sombra.
JAMES JOYCE, Sobre la escritura, Alba Editorial, 2013, Barcelona, traducción de Pablo Sauras.