Villaurrutia sobre Baroja


Es difícil hablar de las cualidades de Pío Baroja como novelista, en cambio, hablar de sus milagros como tal, es más justo y menos comprometedor. Una cualidad difiere de un milagro en que éste dura menos; también en que la cualidad es el fruto de algo anterior, en tanto que el milagro es el fruto de nada. Baroja novelista, procede por milagros que, afortunadamente, no se hacen rogar para aparecer con frecuencia. Su estética no puede ser más sencilla. Le interesa su propia vida, la de aquellos que lo rodean y el arte como «reflejo de la vida». Sus novelas, que él pretende que no sean más que eso, consiguen eso y bastante más.

Su estilo —que juzgado en trozos aislados parece ser la negación del estilo—, es el único que puede acompañarlo en sus diálogos y en sus episodios. Sería injusto imaginar a este autor buscando novedades de expresión y calculando el alcance de sus frases. El milagro de su estilo está en que los lugares comunes suenan en sus páginas como frases modestas, sí pero nunca oídas hasta entonces. Baroja hace del modo de escribir novelas un simple oficio: hilvana como la costurera, y, como el carpintero, ensambla episodios y aventuras. A pesar de ello, en más de una novela suya asombra la precisión armónica del desarrollo, o aquello que en otro autor sería la respuesta de una preconcebida ordenación.

Otro milagro es el de su personalidad. La monotonía espiritual de Baroja llega a ser tan intensa y desnuda que cuando intenta contradecirla es difícil permitírselo. Así, cuando Baroja pinta un paisaje luminoso y colorido, lo sustituimos mentalmente por otro de gris monótono y de lluvia sostenida. Porque en el paisaje de Baroja está lloviendo siempre. Otro milagro descubrimos en su obra y consiste en que para Baroja los milagros duran más tiempo del reglamentario.


XAVIER VILLAURRUTIA, Textos y pretextos, 1940, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (AQUÍ)