Termino Para nacer he nacido. Aquí hay mucho del más auténtico Neruda: su españolismo, que a veces disimula, por política, en su poesía, pero que no puede disimular en la más sincera de sus prosas. Naturalmente: su apellido es Reyes, no Caupolicán. Por otra parte, y dejando de lado el que su carta denunciando los abusos de González Videla fuese redactada por un grupo de gentes del PC, lo cierto es que su valor cívico es un ejemplo a admirar sin reservas, al denunciar a una dictadura feroz desde el propio país en que éste causaba estragos. Y dígase lo mismo del discurso “Yo acuso” (al dictador), pronunciado en el senado en plena época de la guerra fría. Literariamente todo queda claro: a pesar de ser un militante comunista, no fue un dogmático de ninguna de las ramas neomarxistas, nunca pospuso teóricamente los intereses de la poesía a los de la política (aunque a veces los pospusiese en la práctica por razones que él creía pragmáticas), fue, en suma, contradictorio, como todos los hombres inteligentes, pero apoyando sus contradicciones en un fondo inconmoviblemente poético. Y no hay nada que perdonarle, como dicen algunos –demasiados– fariseos. Basta con que cada uno seleccione, de su obra, lo que crea poéticamente válido. Siempre será, por lo demás, mucho, y eso es lo que justifica a un poeta. Lo no seleccionable, y hasta sus errores personales, políticos y civiles, quedan compensados, no por la poesía buena, que no se escribe para compensar de nada, sino por el valor, la sinceridad y la honradez que demostró en sobradas ocasiones.
ÁNGEL CRESPO, Los trabajos del espíritu, Seix Barral, Barcelona, 1999, págs. 328 y 329.