Mientras revolvía los estantes buscando un título que le interesara, se olvidó de su pobreza, de su malhumorado padre, que seguramente le dirigiría severas miradas de reproche. Allí estaba: Memorias del subsuelo, de Fiódor Dostoievski. “Yo había leído a algunos rusos, a Turguéniev y a Tolstói, pero a aquel tipo no lo conocía. Ni siquiera sabía pronunciar bien su nombre.” Se sentó a leer. Las palabras le atravesaban como rayos. Se dijo a sí mismo: “Este tipo lo ha conseguido, este tipo lo ha conseguido”.
El irascible personaje retratado en esta novela corta, dos años anterior a Crimen y Castigo, es un documento sobre el sufrimiento personal y el desafío a la “respetabilidad”. El protagonista anónimo de Memorias del subsuelo no se pronuncia a favor de ninguna posición cuando examina los conceptos del bien y el mal. Rechaza la idea de que la supuesta nobleza del hombre y la búsqueda del bienestar sean temas supremos. Por el contrario, concluye que el hombre debe buscar una autenticidad última, sin importarle que sea inaceptable o contraria a las normas sociales y los códigos de conducta. El protagonista no sólo se burla de los códigos según los que vive el hombre, sino también de la idea del hombre corriente y sus aspiraciones “comunes”. Bukowski se sintió identificado con la desconfianza de Dostoievski frente al hombre corriente y con la obsesión de estas Memorias por el sufrimiento.
NEELI CHERKOVSKI, Hank: La Vida de Charles Bukowski, Anagrama, Barcelona, 1993, traducción de Cecilia Ceriani y Txaro Santoro, págs. 69 y 70.