DAVID NAIMON: Entre todos los escritores con los que "conversas" en esa sección, esperaba que pudiéramos hablar un poco más de José Saramago y de lo importante que ha sido para ti. En Words Are My Matter leemos algunas notas sobre él como escritor y también algunas reseñas que escribiste de su obra; dices que es el único novelista de tu generación del que todavía aprendes. Cuéntanos por qué ha tenido tanta importancia en tu vida.
URSULA K. LE GUIN: Todo empezó con la poeta Naomi Replansky —que ahora tiene noventa y nueve años y vive en Nueva York—, a la que conocí porque empezamos a ser amigas por correspondencia. Naomi estaba leyendo una de sus novelas, Ensayo sobre la ceguera, y me dijo "es fantástico, tienes que leértelo". Así que me lo compré, siempre le hago caso a Naomi. Me puse a leer y la verdad es que me moría de miedo. Fui incapaz de acabarlo. Daba tantísimo yuyu, era tan difícil de leer al no tener párrafos y apenas puntuación... Está hecho casi a propósito para que bajes el ritmo. Me eché para atrás, pero sentí que ahí había algo importante. Así que fui a la librería a por más provisiones y me puse al día con su obra, todo esto en la última década o un poco más, ya muy tarde. No te creas que nos llevamos mucho, será, a lo sumo, diez años mayor que yo. Empezó a escribir muy tarde y ahí seguía el hombre con setenta y con ochenta años. No solo me parece impresionante, sino que me da ánimos. No hay por qué dejarlo. Invertí mucho en Saramago y me lo devolvió con creces. No es un autor de lectura fácil, sobre todo por su idiosincrática puntuación y su manera de separar los párrafos. Hay que permitírselo. Sigo sin saber por qué le da por ahí, pero me imagino que cualquier artista de su talla sabe por qué hace las cosas. Era muy izquierdoso, marxista, pero tampoco de los acérrimos, más bien socialista, siempre contra la dictadura en su patria, Portugal, y siempre contra la mano dura de la iglesia católica en su país. Era un hombre de una gran sensibilidad moral y con una enorme empatía hacia los más débiles, como las mujeres y los perros. Me robó el corazón, que quieres que te diga. Mira, chica, olé por el comité del Nobel cuando lo premiaron, si no seguro que nunca habría sabido nada de él. Mucha gente no lo conocería. Ser portugués es una condena para los escritores, cuesta muchísimo que te traduzcan si escribes en una lengua "minoritaria". Quizá nos hubiese llegado a través del español, idioma al que se le traducía inmediatamente, y puede que así, poco a poco, se hubiera dado a conocer aquí, pero estoy muy contenta de que lo "nobelearan".
URSULA K. LE GUIN, Conversaciones sobre la escritura con David Naimon, Alpha Decay, Barcelona, 2020, traducción de Núria Molines, págs. 95 y 96.