Estoy releyendo Don Quijote en la nueva traducción de Damas-Hinard. Estoy deslumbrado, estoy enfermo de España. ¡Qué libro! ¡Qué libro! ¡Qué alegre melancolía posee esta literatura!
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A propósito de lecturas, no paro de leer a Rabelais y Don Quijote, los domingos, con Bouilhet. ¡Qué libros aplastantes! Crecen a medida que uno los contempla, como las pirámides, y uno casi termina por tener miedo. Lo que hay de prodigioso en Don Quijote es la ausencia de arte y esa constante fusión de ilusión y realidad que lo convierte a la vez en un libro tan cómico y tan poético. A su lado, ¡qué enanos parecen todos los demás!
GUSTAVE FLAUBERT, Razones y osadías, Edhasa, Barcelona, 1997, selección y traducción de Jordi Llovet, págs. 39 y 46.