Para el problema que aquí se presenta es de importancia el testimonio de Dostoievski —de Dostoievski, el único psicólogo, dicho sea de paso, del que yo he tenido que aprender algo: él es uno de los más bellos golpes de suerte de mi vida, más aún que el descubrimiento de Stendhal. Este hombre profundo, que tenía diez veces derecho a menospreciar a los superficiales alemanes, recibió una impresión muy distinta de la que él mismo aguardaba de los presidiarios de Siberia, en medio de los cuales vivió durante largo tiempo, todos ellos autores de crímenes graves, para los que no había ya ningún camino de vuelta a la sociedad —le dieron la impresión, más o menos, de estar tallados de la mejor, más dura y más valiosa madera que llega a crecer en tierra rusa.
FRIEDRICH NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos, Alianza Editorial, Madrid, 1979, traducción de Andrés Sánchez Pascual